Una antigua leyenda británica intenta explicar el color distintivo de su pecho y cuenta que cuando Jesús estaba muriendo en la cruz, el petirrojo, entonces simplemente de color marrón, se puso a su lado y cantó en su oído para consolarlo en su dolor. La sangre de sus heridas manchó el pecho del petirrojo, y desde entonces todos los petirrojos tienen la marca de la sangre de Cristo.